martes, agosto 29, 2006

El jinete La Volpe.



Alfio Basile dejará el banquillo de Boca Juniors el próximo día 15 de septiembre para hacerse cargo de la selección argentina. Para algunos deja una gran obra incompleta y para otros se va en el momento más inteligente: en la cúspide. Pues ni una cosa ni la otra; es cierto que deja una gran obra, pero, si repasamos los títulos logrados, de incompleta tiene poco. A los de la segunda opinión tampoco podemos darles la razón aunque sólo sea por lo inusual del instante del relevo.
A Basile (del que es de suponer que se habrá abandonado la imagen de técnico discreto que había en España tras su estrafalario paso por el Atlético), más que el "Coco" habría que llamarle algo así como el "Infalible", porque ha ganado todas las competiciones en las que ha participado Boca desde que llegó y eso no es muy normal: 2 Ligas, Recopa y Copa Sudamericana. La guinda visual a su etapa la ha puesto con el histórico 1-7 a San Lorenzo en el Nuevo Gasómetro del domingo.

Hoy por hoy, ver a Boca es ver a un equipo ganador. Ha perdido tres pilares importantes este verano y apenas se ha resentido. El meta Abbondanzieri y dos pilares del enganche de la media con el ataque, Bilos y el "Pocho" Insúa ya no ensayan en Ezeiza pero da lo mismo. Mientras al equipo lo fije Daniel Díaz detrás, lo purifique Gago en medio campo y lo cristalicen el cada vez más veterano Palacio y el nuevamente joven Palermo, habrá hechuras más que de sobra. Porque ya hay más camadas de perlas de futuro llamando a la puerta: Neri Cardozo hoy, mañana Franzoia y Óscar Trejo. El pasado de Boca es historia viva e inevitable, su presente luce como la franja dorada de su camisa y el futuro inmediato pertenece ya a Ricardo La Volpe.

El ex seleccionador de Méjico se encuentra, sin comerlo ni beberlo, con un equipo hecho por dentro y por fuera, de arriba a abajo y de un lado al otro. Sabe qué hacer con el balón y cómo moverse para recuperarlo pronto y además no conoce otra cosa más que campeonar.
Uno se lo imagina el día 15 estrenando chándal y diciendo al plantel: "Bueno, ¿qué hicieron ayer? Pues hagan lo mismo hoy".
Si nos fijamos en "su" selección mejicana, podrá importar cosas, pero no desde luego la defensa de tres: aquello le permitía salvar la escasez de centímetros de sus centrales y aprovechar su rapidez y salida del balón, pero implantarlo en Boca a estas alturas de la película sería una suerte de suicidio colectivo. La Volpe es peculiar, pero no creo que llegue a tanto.
Dejando a un lado cambios estructurales impensables, lo normal es que se entere bien del trabajo realizado, respete los automatismos que Basile mecanizó y aporte su coyuntural granito de arena (no descarten que Dátolo empiece a ser titular o mover a Ledesma de sitio) al estilo de Boca.

Dicen que quien fue portero jamás olvida tanto tiempo de soledad e incompresión, y es posible que eso ayude a entender el difícil carácter de La Volpe. Se enfrentó con medio Méjico por su disputa con Hugo Sánchez, la no convocatoria de Cuauhtémoc Blanco para el Mundial y presuntos favoritismos familiares llamando al discutido "Chiquis" García (su yerno, para más señas). Bueno, también se enfrentó con media Prensa por fumar pero parece llegar a su país muy sereno. Lidió el escándalo de los dopados, convocó a naturalizados e hizo crecer mucho a jóvenes como Pineda, Omar Bravo, Guardado o el propio Osorio.
Acaba de decir que no se preocupa por nada porque, tal y como está Boca, se le puede dirigir desde un helicóptero. Más bien da la impresión de ser un jockey que se ha montado en un purasangre en plena carrera y a toda velocidad. El caballo lidera la prueba pero aprender a llevar bien las riendas, hacer que el animal te conozca y respete y saber dónde y cuándo darle el latigazo mientras galopa sobre el albero exige paciencia e hilar fino.


Fotos: www.eluniversal.com.mx

sábado, agosto 26, 2006

El rey se agachó por una noche.


Nadie esperaba ver lo que pasó en la Supercopa de Europa en Mónaco. Y lo que pasó fue sencillamente que el gran favorito a todo este año, para todos y contra todos, se quedó en casi nada durante noventa minutos. Y digo "casi" nada porque al menos mostró carácter, atrevimiento quemando todas sus naves, y ante todo vergüenza de campeón aplaudiendo a los ganadores en la ceremonia del confeti y los fuegos artificiales.

Si queremos explicar el partido en términos puramente futbolísticos, el primer titular que se nos viene a la cabeza es que el Sevilla dio una lección de cómo inutilizar la imponente maquinaria blaugrana. Dos líneas pegadas con cemento, lucha sin cuartel desde el minuto uno, concentración a prueba de bombas. Esas dos líneas defensivas de Juande se convirtieron en el Big Bang de la final: la zaga se adelantaba, la medular se replegaba y se estrechaban hacia el centro en perfecta armonía ahogando el ataque del Barcelona. Cuando robaban la pelota o interceptaban un pase (Poulsen ha debido de estar cerca del récord del mundo en la disciplina) se abrían en vertiginoso abanico para golpear a la hoy descolocadísima defensa culé. La distancia entre Puyol y Márquez era sideral en algunas jugadas porque todo el equipo estaba sorprendentemente desubicado.

Pero tal vez el choque se cuente mucho mejor en términos espirituales. El Sevilla pareció llegar al campo media hora antes. Para ser sinceros, dio a veces la sensación de que el Barcelona esperaba recibir la Supercopa después de tanto halago y galardón (más que merecidos) sin jugar el partido. Y en el partido se encontró enfrente a un rival con once cuchillos en los dientes y litros de sangre inyectada en los ojos. Ese hambre y esa fiereza explican el espíritu de un equipo que personifica el ejemplo de quien vive un momento para la historia y es consciente de ello, lo que no suele coincidir.

A título individual, Renato parece por fin acercarse a su nivel en Brasil, Kanouté se especializa en definir finales europeas, Navas ya sólo ve ansiedad en el lateral de otro color, Poulsen ha hecho un partido para grabar en vídeo y hacerle un montaje y Escudè confirma que el trabajo de seguimiento siempre fue por delante del descubrimiento general. Porque lo de Alves es tremendo. Digno de un post propio que prometo para muy pronto.

Si ya hemos subrayado el partidazo del Sevilla, el patinazo a ojos de todos del Barça y el "gatillazo" mediático de Laporta y otros elementos del aparato barcelonista, hasta aquí debemos escribir. Al menos por ahora, pues si ayer el Barça era un cuadro de ensueño con un juego fantasista y un presente y un futuro fantásticos, hoy es el mismo pero después de haber perdido un partido. Tan acostumbrados estábamos a ver al rey gobernar con elegancia y mano firme, que asistir a una derrota sin paliativos a ojos de todos que le ha dejado en paños menores nos llama la atención.


Foto: Reuters

martes, agosto 22, 2006

Juguemos bien al fútbol.


Hablando de fútbol, uno siempre escucha o lee dos objetivos fundamentales que se presentan como El Dorado al unirse: ganar y jugar bien. Dos realidades que siempre están presentes en cualquier discurso futbolístico, profesional o aficionado. Hay quien cree que ganar sólo es consecuencia de jugar bien, quien se preocupa nada más que de ganar, olvidándose de idealismos, y no falta tampoco quien se centra en jugar bien, y está convencido de que con esa tónica llegarán las victorias. Al final, todo es cuestión de la realidad en que uno se fija, como todo.

Ganar es algo muy sencillo, al menos en teoría (otra cosa es lo necesario para ganar) :todos sabemos en qué consiste. Pero jugar bien es diferente : como toda sensación, es subjetivo, y a partir de aquí todos nos sentamos a discutir sin que exista razón absoluta. Muchos ven el único fútbol puro en las combinaciones verticales y virtuosas del Barcelona, en su propuesta y en su apuesta; pero es difícil resistirse al espectáculo del Chelsea golpeando al rival en dos toques o al rendimiento sensacional que extrae Benítez de sus jugadores en el Liverpool. Si se tienen delante muchas cosas bellas a la vez, cuesta decidir en qué fijarse bien.

Como el jugar bien no lo podemos explicar a fondo contentando a todos, podemos empezar por lo que viene antes y después de ello. Cuando un equipo imprime al partido el ritmo que le interesa, la temperatura del mismo le suele favorecer; y aquí los equipos de fútbol se comportan como auténticos seres vivos: ante un tiempo agradable, rinden.
Así que parece que tenemos el ritmo como causa y la temperatura como consecuencia; como el hábitat se ha vuelto confortable para el equipo, en medio de ambas debe encontrarse el jugar bien.

Ritmo y temperatura. Lógicamente, no a todos los equipos les agrada un ritmo muy alto ni un partido a cientos de grados; pero tampoco los ritmos pausados que conllevan partidos fríos y tediosos convienen absolutamente. De nuevo estamos ante las sensaciones y su carácter subjetivo: al final, y por muchas vueltas que le demos, el fútbol se mueve por impulsos parecidos en todo momento.
Queríamos comprender del todo en qué consiste eso de jugar bien y nos encontramos con que depende del estilo de cada uno: así te muestres cómodo y explotes tus virtudes (o escondas tus carencias) con un determinado perfil de partido, has de hacer todo lo posbile para que el choque discurra por esos derroteros.

Nos fijábamos antes en la causa y la consecuencia de jugar bien. El fútbol tiene muchas causas, y es a la vez una causa común (e indivisible) para todos los aficionados, pero el estilo sólo nos depara consecuencias. Por eso, todos tienen la obligación de jugarlo bien, de ser fieles a la causa. Roma no paga traidores.


Dibujo: LPO- www.elmundodeporte.com

domingo, agosto 20, 2006

Nada nuevo bajo el Sol.


Pedíamos el otro día desde aquí alguna reacción, reactivación o revolución que terminase con el dominio casi aplastante que viene ejerciendo el poder establecido en las Ligas más importantes. Una vez hecha la solicitud, se suponía su escaso eco y también sus nulos efectos en el corto plazo. Es verdad que aún a mediados de agosto y con los campeonatos rompiendo el cascarón, cualquier análisis es menos que sesgado y cualquier conclusión mucho más que aventurada. Pero la realidad es tan tozuda que nunca permite confundir los sueños con el despertar, y los aficionados tenemos la sensación de continuar inmersos en la pasada temporada, como en una especie de jornada 39ª que sobreviene después de un parón prolongado.

La carismática Premier League ha echado a andar este fin de semana y la vida sigue igual: gana el Chelsea sin despeinarse, apretando un poco sólo durante un tiempo y con un gol de Terry de cabeza y otro de Lampard desde la frontal; el Liverpool muestra su cara amarga una vez más ante un equipo pequeño y salva un punto de penalti; el Arsenal no refrenda en Liga el crédito conseguido como finalista de Champions y deja a sus supporters con la fría sensación del empate a duras penas en el estreno de su flamante estadio; el Fulham sigue defendiendo igual de mal y se marcha de Old Trafford con un saco de goles; incluso hemos tenido un hueco para la épica con la brillante remontada del Reading en su debut en la categoría. Lo dicho: la vida sigue igual.

En la Bundesliga alemana, el Bayern ya está en el grupo de líderes (y Makaay haciendo goles en cada partido), el Werder Bremen ya lleva seis goles y el Borussia Dortmund ya empieza a defraudar. En Holanda, goleadas por doquier de los grandes en el estreno de la Eredivisie: 3-1 el PSV, 5-0 el Ajax, 8-1 el AZ. En el Apertura argentino, Boca ya manda, Calderón y Pavone hacen los tantos de Estudiantes y al Kily González ya lo expulsaron y dio que hablar en sus dos primeros partidos con Central. Cuando a cada frase, debe precederle un "ya", es que todos esperamos lo que viene a continuación.

Mientras, aquí en España, las últimas serpientes del verano agitan las vísperas colectivas. ¡Qué ganas tenemos de que esto empiece de una vez! Aunque sólo sea para hablar de Ayala, Diarra, Joaquín y Jurado en otros términos, los del día a día, los que nos gustan.
Cojamos aire en esta última semana libre de alegrías y decepciones tan cercanas como efímeras pero cargada de perspectivas inmensas y exageradas.


Foto: www.premierleague.com

miércoles, agosto 16, 2006

Exageración natural.

Tengo la sana costumbre de leer de vez en cuando a grandes conversadores de fútbol, como Borges, Benedetti o Valdano. Unas reflexiones de este último me llamaron la atención. Decía Jorge que "para los jugadores pequeños el cuerpo es geografía de escamoteo, nunca un lugar de colisión". Y pone entonces uno de sus ejemplos favoritos, cuando cuenta cómo lloraba un chico alemán llamado Lothar Matthäus porque Dios no le favoreció con demasiados centímetros (1,74 medía) ni con kilos suficientes (71) dado el paisaje futbolístico alemán. "Lo que ocurre", decía Valdano, "es que Madre Natura negó a Lothar precisamente lo que más anhelaba, pero en lo demás exageró tanto que sus compañeros le llaman Supermán. Y encima ese chico lloraba...."

En el fútbol actual, es indudable que el aspecto físico adopta una posición decisiva al valorar el juego y la aportación de cada cual, y si además repasamos los grandes jugadores de la última década, repararemos en que físicamente eran (o son) muy poderosos: Zidane, Rivaldo, Ronaldo, Ronaldinho, Nedved, ..... La exigencia moderna a los jugadores pequeños es mayor, porque hay momentos del juego en los que parten en desventaja, y hoy en día, una desventaja de un segundo, dos centímetros o tres pasos es determinante (ya dijimos que lo físico es fundamental).

Así que, talentos indiscutibles como Aimar, Messi o Xavi parten en desventaja valorativa, y muchos pensamos que es una injusticia temporal. Por eso, porque siempre tiende a corregir injusticias temporales, interviene "Madre Natura" con su papel exagerador, para dotar a estos talentos puros y pequeñitos de otras características diferentes a las físicas que les acerquen ab initio a una situación justa en comparación con los demás.

Así que a Xavi le dotó con una visión de juego privilegiada y una precisión en todos los envíos casi infalible; a Messi le proporcionó un imán en su pie izquierdo para que nadie le pueda arrebatar la pelota si arranca en carrera; y a Pablo Aimar le dio la capacidad de encontrar siempre el espacio adecuado y la salida correcta aun cuando empieza la jugada en desventaja, y eso tiene que ver también con la inteligencia.
Son sólo tres ejemplos de cómo, a veces, necesitamos que la Naturaleza exagere para que las cosas funcionen.


Foto: www.lionelmessi.org


Recupero este post que redacté en abril para "conmemorar" la cifra de 50 posts que ya he superado en mi blog. No son muchos, la verdad, pero sí bastantes más de lo que pensaba escribir en un principio, cuando se me ocurrió (más bien me recomendaron) esta idea. La verdad es que es un lujo poder expresar mi manera de vivir y entender el fútbol, y además compartirla con otros que, para más "inri", saben mucho más que yo. Para celebrar la cifra, he recuperado uno de mis posts preferidos. Pero el artículo exclusivo sobre Messi sigue pendiente, Csai d., no se me olvida.
Un saludo a todos!

jueves, agosto 10, 2006

Llamamiento a la burguesía.


De un tiempo a esta parte, a nuestro querido fútbol no hay quien lo entienda. Es como si quisiera renegar de su carácter imprevisible, del azar que siempre le ha acompañado. Se esfuerza en parecer lógico y sigue adelante como si tal cosa.
La ronda previa de Champions de ayer es la última muestra de ello; una ronda en la que anualmente al menos un rico perdía las alforjas en el primer empedrado del camino. Pues este año parece que sólo el Valencia, desgraciadamente, tendrá que sudar su pase.
El Mundial de Alemania fue otro ejemplo reciente de lo que comentamos. Ni rastro de esas "revelaciones" de antaño, ni uno solo de aquellos "perfectos desconocidos" cuya gesta daba la vuelta al mundo para siempre. De hecho, incluso nos costó encontrar alguna sorpresa en la que fijarnos.
Hasta la siempre inescrutable Liga de Campeones se decidió a premiar al mejor equipo y al mejor fútbol del continente.

Si nos fijamos en las grandes ligas europeas, nos empezaremos a preocupar. Inglaterra, España, Francia, Alemania e Italia viven acaudilladas por imponentes dominadores sin que el horizonte nos vislumbre posibilidad cierta de transición. Bueno, la verdad es que en Italia el caudillo resultó ser un impostor y ya se ha abierto la sucesión entre los dos príncipes milaneses.
Chelsea, Barcelona, Olympique Lyon y Bayern Munich son el auténtico poder establecido en Europa.

Los Estados privilegiados empiezan con un rey; un monarca caprichoso, engreído, soberbio y prepotente, que gobierna Inglaterra con mano de hierro y posee una fortuna incalculable. Hay quien cree que mientras tenga el apoyo de ese mecenas ruso, el Chelsea seguirá adelante con la tiranía.
El Reino francés está en manos de un noble; un caballero elegante y un guerrero implacable que se ha hecho grande batalla a batalla. Reforzado con jinetes africanos y bandeirantes brasileños, la refinada Corte francesa ni siquiera encuentra un sucesor al Lyon.
El orden clerical lo representa ahora el Bayern Munich. Con una historia apabullante detrás y un respeto centenario delante, lo gana todo y expropia cualquier jugador que despunte en Alemania (este año le ha tocado a Podolski). Vive la competición en un trono sagrado de púrpura y oro.
Tal vez, todas las virtudes de los tres Estados privilegiados se fundan en España en el Barcelona: en su dominio incontestable, en su estilo y su estética, en el respeto y admiración que despierta y en su presente y su futuro.

El fútbol europeo de élite necesita, ahora más que nunca, a sus burgueses. No es necesaria una revolución en toda regla, pero sí sería aconsejable un crecimiento de todos aquellos capacitados por talento y tradición para disputar el triunfo.
En fútbol, como en todo, es sana la alternancia, enriquecedora la lucha y apasionante la competición. Por eso, el fútbol llama a sus príncipes y burgueses desesperadamente para tratar de acabar con las dictaduras o, al menos, alejar los paseos militares de la "Alta Europa".
El poder establecido, aún, ni pestañea.


Foto: Reuters

martes, agosto 08, 2006

El camino a la gloria.


Tomando como referencia esa vida circular del fútbol de la que hablábamos en el post anterior, nos encontramos ahora en el exacto punto de partida. A punto de empezar la vorágine imparable de partidos de la temporada, el aficionado siente las vísceras en ebullición a la espera de que el semáforo se ponga en verde y el balón eche a rodar. Es momento de muchas ilusiones intactas, de muchas novedades por descubrir, de mucho discurso inmaculado y de escaso margen para la crítica. Y así nos encontramos todos.

La ronda previa de la Liga de Campeones anuncia dos cosas: por un lado, la inmediata cercanía de la alta competición, y de otro, que para muchos se han terminado los juegos y la cosa se pone seria. Es lo que tienen los puntos de partida, que anuncian varias cosas a la vez.
El caso es que todos quieren estar en el sorteo de Nyon y quedar encuadrados en uno de los ocho grupos del torneo más prestigioso del planeta. Pero lo que para algunos es toda una obligación deportiva, económica e incluso de propio prestigio, para otros muchos es un sueño, un éxito del que les separan dos partidos.

Entre estos últimos, distinguimos casos muy diversos como el Chievo italiano, que tratará de aprovecharse un poco más del escándalo del calcio; como el Copenhague, que luca por devolver al fútbol danés a lo más alto; como los debutantes en estas lides Rabotnicki y Ruzomberok; clásicos de años atrás como el Spartak de Moscú o el AEK Atenas de Serra Ferrer; el Hearts, dispuesto a demostrar a Europa que en Escocia existe fútbol más allá de Celtic y Rangers; nuestro Osasuna, que tiene en el Hamburgo un duro rival, y hasta el Salzburgo, rival del Valencia, que crece al amparo de la Red Bull siguiendo la estela a escala del Chelsea.

Pero los hay que sólo encuentran un motivo de engorro y de auténtico peligro en esta eliminatoria. Aquéllos a los que la verdadera gloria sólo espera en el mes de mayo, y cualquier sobresalto inesperado a estas alturas destroza la temporada de cabo a rabo. El Milan se la juega con el Estrella Roja, el Liverpool con los israelíes del Maccabi Haifa (con su afición seguramente poco preocupada por el desenlace de la eliminatoria ...), del Salzburgo- Valencia ya hemos dicho algo y el Arsenal se debe medir al Dinamo Zagreb, campeón croata, sin sus principales figuras y más pendientes del futuro de algunos jugadores (Cole, Reyes, ...) que de su rival de hoy. Pues ojo con el brasileño naturalizado Eduardo Da Silva y con el medio centro Luka Modric.

La gloria en el fútbol es como cualquier tipo de gloria: selectiva y caprichosa. Porque, entre otras cosas, no siempre llega cuando se han hecho bien las cosas y siempre es capaz de evaporarse hasta el año siguiente si las cosas se hacen mal.
Unos y otros inician hoy, con esta veraniega ronda previa de Champions, el camino a la gloria "de verdad". Para quienes la encuentran a la vuelta de la esquina, una oportunidad para la ilusión y para darse a conocer a lo grande. Para los demás, cuidado con percibir con más claridad la molestia de jugarse tanto tan pronto con el debido respeto al rival y a la competición. Cuando el gato no está, los ratones bailan...


Foto: www.arsenal.com

martes, agosto 01, 2006

El elemental sentido del fútbol.


Leí hace poco a un periodista de El País (no recuerdo su nombre, pero sí que era un lego en la materia absoluto) decir que nadie entendía de fútbol porque su insuperable determinación por el azar le hacía carecer de sentido. ¿Saben en qué dato fundamentaba ese azar esencial? En que el balón es redondo. Esto me hizo pensar varias cosas. Lo primero tenía que ver con el posible sentido del fútbol si el balón fuese cuadrado, rectangular o amorfo, pensamiento que abandoné al rato. En segundo lugar, lógicamente, si el fútbol tiene sentido o no, y si yo era capaz de encontrarle alguno. Por último, caí en la cuenta de la importania que tiene la forma redonda para el fútbol, más allá de la pelota.

A veces, da la impresión de que la propia vida de este deporte es esférica, porque cada año vivimos los mismos acontecimientos en el mismo momento. Como si pareciera un volver a empezar constante. Otra vez los torneos de verano, las pretemporadas, de nuevo la ronda previa de Champions y el posterior sorteo de agosto, el arranque de la Liga, los fichajes de enero y un largo etcétera. Hay quien dice que todo esto no tiene sentido (¿qué más da lo que hagas, si el año que viene vamos a vivir lo mismo que éste?) y parece querer ampliar el razonamiento con lo de la forma redonda del balón.

Pese a que se sigue intentando y a que nos dicen quienes allí viven que cada vez se juega y se enseña más, lo cierto es que en Estados Unidos el fútbol está aún muy lejos de ser el "deporte rey" que es en Europa y Sudamérica. Muchos creen que el ritmo pausado que pueden tener muchos partidos influye en el aficionado, que busca en el deporte otro tipo de cosas; tampoco falta quien afirma que no entra en la mentalidad del estadounidense jugar a empatar, ni tan siquiera que noventa minutos de lucha se terminen sin vencedor y perdedor (ni siquiera a los puntos). Tal vez allí ni sepan ni quieran saber de fútbol porque no le encuentran sentido.

El caso es que seguimos sn tener claro si nos gusta el fútbol porque no tiene sentido o si tiene tantos sentidos a la vez que no sabemos explicarlo. Para unos, se tratará únicamente de seguir hasta la muerte a un equipo, para otros una manera de sentirse parte de un grupo apasionado y leal a una bandera y unos colores (lo que siempre reconforta a la persona) e incluso los hay que encuentran en él su profesión.
Decía Conan Doyle en boca de Sherlock Holmes: "Juego el juego por el juego mismo", lo que vendrá a ser algo así como el summum de la pasión futbolera. Así que todos aquellos que consideramos al fútbol como la más importante de las cosas que no tienen importancia, que intentamos recordar a todos los jugadores que hemos visto con la camiseta de nuestro equipo cuando nos ataca el insomnio (tal y como nos enseñó el inigualable Nick Hornby con su Arsenal), todos los que disfrutamos más durante el camino que al llegar a la meta estamos, como tantas otras veces, de acuerdo con Sherlock Holmes.


Foto: Unicef