martes, septiembre 26, 2006

El centro del campo.


Leer a los clásicos debería ser asignatura obligada para cualquier persona en su vida. La sabiduría de esa época de la Humanidad es extraordinaria. Decía Aristóteles que "la virtud se halla en el punto medio", una de las frases más acertadas que uno puede escribir. Por eso, tendiendo a un punto medio, seremos mejores y fijándonos en él, entenderemos la virtud.
Pocas cosas hay tan clásicas y sabias como el fútbol, y por eso lo dicho ha de valer también para éste. No tiene mucho sentido que la virtud se encuentre en el medio campo, pero sí debemos fijarnos en el punto medio de un equipo, esto es, en su centro del campo, para saber hasta qué punto es virtuoso o no.

El centro del campo nos dice si un equipo gana su apuesta y enseña su propuesta, si impone su ética y expone su estética y, en definitiva, el perfil de partido que interesa a cada uno y quién consigue inclinar el duelo.
Escuchamos muchas veces decir que se ha ganado o perdido un partido en el centro del campo. Mentira: los partidos se ganan y se pierden en las áreas (esto lo saben muy bien, por ejemplo, Capello y Mourinho, no hay más que ver sus planteamientos y la confección de sus plantillas). Así, la medular no es el lugar del mapa donde se libra la batalla decisiva, pero sí encierra todos los demás elementos de la guerra: es industria siderúrgica o taller de corte y confección, paso fronterizo entre hostiles o aduana burocrática de papeleo, un desfile militar o un ir y venir de mercenarios desertores.
La guerra se gana en el área y todo lo demás ocurre en el centro del campo, que se convertirá en lo que la apuesta ganadora y la propuesta exhibida deseen; de ahí su vital importancia.

Si la media funciona y su junta bien con la defensa, el equipo será sólido e impenetrable de abajo a arriba; si se engrasa y conecta bien con la vanguardia, el equipo será hiriente e intocable de arriba a abajo. Por eso, muchos se confunden y piensan que allí ganarán el partido.

Hay tres secretos fundamentales para construir un equipo campeón. El primero, tener una idea y saber desarrollarla en el campo. Para ello, la medular es fundamental porque incorpora los jugadores que mejor y más rápido piensan, así como los que abarcan más campo con una ojeada.
El segundo secreto es el equilibrio; un equilibrio en conjunto, pero también línea por línea, y ahí el centro del campo vuelve a ser decisivo, porque pone en relación el miedo y el éxtasis (tu área y la del rival) y para conectar sensaciones tan explícitas es imprescindible ser equilibrado.
El tercer secreto lo guarda Arrigo Sacchi y, de momento, no ha tenido a bien compartirlo del todo con nadie. Eso sí, seguro que tiene que ver con el centro del campo, seguro ...

Foto: AP

miércoles, septiembre 20, 2006

Idiosincrasia e idioteces.


No conozco a fondo el refranero español, pero sí pienso que muchas de esas construcciones encierran gran cantidad de sabiduría popular, que es una clase muy importante de saber. Hay concretamente un refrán aplicable al fútbol con facilidad: "Renovarse o morir".
Tan drástica disyuntiva debería realzar aún más la grandeza de un histórico club que sólo abre la boca para lamerse sus heridas y perdió el juego de llaves de sus vitrinas hace ya dos décadas.

El Athletic Club es un grande de España que sigue acudiendo a las citas sociales con sus trajes de época y sus vestidos largos de mediados de siglo. Ropajes de mucho valor sentimental e incluso identificatorio, pero desfasados a ojos de las modas y las nuevas tendencias.
Es un noble señor que se resiste a quitarse el bombín, un burgués de cuidada polaina, irredento ante muchos que lo vituperan porque la tradición centenaria produce amargor y reluctante a un fútbol que ni se parece al que conoció en su lozanía.

Las estructuras del fútbol han cambiado al compás de muchos parámetros ante los que el Athletic no se ha inmutado. Han variado los parámetros definitorios, los económicos y también los regionales, de manera que se sigue representando a la tierra pero de otra forma. En consecuencia, las variables de la victoria y la grandeza ya no son las mismas.
El gran Athletic se ha lanzado a recorrer ese fino cordel que mantiene en la élite sujetándose el traje revolucionario, sin quitarse las polainas y sosteniendo su bombín, y en ese camino se ha ido dejando muchas cosas, pero jamás se dejó la identidad.

Haberla conservado supone su gran punto de apoyo, tal vez el único, en estos momentos de especial crudeza; perderla significaría desnudarse y saltar al vacío en busca de una red de mieles que ha desaparecido para muchos y se ha quedado en la boca para otros mientras el Athletic disputa una vez más la partida por la vida. Y no es cuestión de una vida vanidosa o de reclamar un pretendido mérito especial acorde a unas limitaciones sagradas y autoimpuestas, sino de tener claro quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos. En especial, y en el corto plazo, ésta última, aunque sólo sea para contrastarla con hacia dónde nos gustaría ir.
La filosofía del Athletic no hay por qué admirarla, pero sí conocerla y respetarla antes de emitir un juicio. Gure estiloa!

viernes, septiembre 15, 2006

Del no recurso a las bondades del contexto.


El Real Madrid, como por arte de birlibirloque, ha pasado de ser asemejado a una máquina de acero con una meta poco menos que inexpugnable a representar el enésimo fracaso de un proyecto que todos observamos con lupa. De posible candidato a todo a seguro fracasado en la nada. Lo sorprendente de verdad de este tránsito son las coordenadas de espacio y tiempo: del Ciudad de Valencia a Lyon y en solo tres días... en septiembre.
Algo parecido le sucedió al Barcelona, que perdió su aura de equipo imparable de platino en lo que se tiene una mala noche en Mónaco con numerosos condicionantes. Lo curioso ha sido ver la rapidez con la que la ha recuperado. Ni las centellas.

Tachar un análisis de improvisado o simplista debiera ser al menos tan grave como hacerlo de falso o erróneo aunque sólo sea porque el simplismo y la improvisación premeditada nunca fueron pecados veniales en la labor de informar. Y cae en simplismo quien pretende llegar a una conclusión definitiva de la temporada en pleno mes de septiembre y en cada plano de opinión. También debe caer en la improvisación pero esto siempre fue difícil de demostrar.

Todos tenemos claro cuál es el punto de partida de cualquier estudio, pero al intentar alcanzar un destino redondo, la mayoría se pierde en el camino; un camino en el que es de suponer que no se orienta quien hoy ataca al Real Madrid por algún aspecto y mañana lo ensalza por lo mismo. En otras palabras, esperemos no escuchar a nadie decir dentro de unos meses que el secreto de Capello está en la gran labor de Emerson y Diarra, que dotan de un equilibrio extraordinario al equipo, y permiten brillar al ataque con la movilidad que atesoran los puntas blancos, así como convertir su área en terreno vedado cuando se han conjuntado. Esperemos.

El camino, sea marcado o escogido, es definido por un contexto, el que nos describe una trayectoria, por ejemplo, una tendencia al alza o a la baja, una virtud o un defecto estructural o unos antecedentes y esperadas consecuencias. Quien tiene un contexto, tiene un tesoro, y quien no lo tiene no debe buscar una salida definitiva, porque aún no la hay.
El contexto tiene, por tanto, muchos beneficios, pero seguramente el más importante sea dar luz a los mediocres y oscurecer a los lúcidos. Aunque las apariencias engañen.

Lo deseable sería rascar más allá de la superficie al analizar algo. El problema es que, en unos casos, no se sabe (o no se quiere saber) que hay algo debajo de lo inmediato, y en otros, ni siquiera se tiene una uña.


Foto: EFE

miércoles, septiembre 13, 2006

Fiesta de conformación.


La Liga de Campeones echó anoche a andar (rondas previas aparte) con su despliegue de medios técnicos, propagandísticos y publicitarios; con su liturgia intersemanal, su melodía coral y sus novedosos duendecillos maquillados.
Buena parte de lo que nos ofrecerá, en términos generales, lo vislumbramos apenas: la regulación de esfuerzos de algún grande la demostró el Chelsea; el espectáculo, no podía ser otro, el Barcelona; la competición pura y dura el Bayern, y contrastar los millones invertidos sobre el verde de los campos europeos el Inter. Bueno, lo cierto es que Benítez nos enseñó una nueva alineación rebuscada con la que sorprendernos en partidos clave. Me extraña que no se pueda apostar a quién pondrá Rafa de extremo derecho en cada partido, por ejemplo, o si alineará de inicio o no a Gerrard, porque habría millonarios semanales.

No cabe duda de que se trata del torneo más prestigioso y mediático del mundo, y nos podríamos preguntar el porqué. Su nivel es muy elevado, pero año a año comprobamos que sobrarían equipos si quisiéramos juntar de verdad a los 32 grandes de Europa. Tiene todas las ventajas de la competición dividida en dos fases intermitentes, con el excitante riesgo añadido de que una mala noche te despide hasta el año siguiente. Pero ese riesgo y esa excitación nos la proporciona también nuestra querida y devaluada Copa del Rey.
Así que el gran interés de la Champions debe residir en todos los motivos anteriores, junto con el decisivo de ver en el mismo cartel una constelación magmática de las estrellas más rutilantes del mundo.

Nadie sabe cuándo el fútbol dejó de ser un deporte romántico y principalmente de representatividad geográfica para convertise en una máquina imparable de mover cantidades ingentes de dinero; pero, desde ese momento, en sus mismas entrañas se generó un debate existencial en el que sobreviven como pueden todas las formas conocidas de participar en el negocio, aunque todos sabemos quiénes van ganando. Es la recurrida dicotomía fútbol clásico- fútbol moderno o, lo que es lo mismo, deporte puro- negocio preponderante.

Si termina venciendo el negocio, lo lógico (y rentable) sería dar un paso más en la construcción que se inició con el actual formato competitivo e instaurar una especie de NBA del fútbol europeo, donde midieran fuerzas los más grandes del continente, donde todos esos "grandes" tuviesen que ganar a los demás y donde cada semana disfrutásemos de varios duelos históricos. Ganarían las televisiones, los patrocinadores y la gente del fútbol. ¿Y los aficionados? Quizá sólo pensando en millones de ellos sobrevivan aún las competiciones domésticas.

La Liga de Campeones parece ser, para muchos, un paso previo a la NBA europea. Su virtud es que contenta en parte a todos, tradicionales y modernos, y parece decepcionar del todo a muchos. Aunque parezca una conformación en toda regla, es la gran fiesta del fútbol europeo y todos nos disponemos a disfrutarla. Quien no tenga un preferido, que se compre uno. El espectáculo sin pasión es mucho menos.


Foto: www.sport.es

sábado, septiembre 09, 2006

La curva de los amparados.


Viendo resúmenes y partidos internacionales, uno se encuentra con esto: San Marino 0- Alemania 13. Aunque estamos acostumbrados ya a goleadas abundantes en este tipo de partidos, los guarismos parecen extraídos de un partido de Liga regional o un chiste de Lepe. Cuando un resultado impacta más al que lo observa que a quien lo padece, es que algo no funciona del todo bien.

No deja de ser curioso lo que sucede con este tipo de selecciones nacionales. Vencerles se da por hecho (nada hay que ganar pues), golearles por descontado y sufrir supone una suerte de ridículo internacional al que nadie está dispuesto. No suelen tener más de un jugador profesional, su base territorial oscila entre la de un pueblo y una pedanía y lo que mejor conocemos de su equipo suelen ser las profesiones reales de sus miembros. Así, nunca falta el reportaje previo con el panadero, el electricista o el cartero de turno.
Dicho de otra forma, el interés futbolístico que despiertan sus partidos es nulo. Ni los más especialistas en fútbol internacional se preocuparán jamás por Liechtenstein, Andorra, Malta o San Marino. Ellos, y otros muchos, constituyen lo que podríamos llamar la curva de los amparados; de los minúsculos amparados por un sistema y una planificación de competiciones demencial a nivel intercontinental.

Es lo que tienen las incongruencias: que no son congruentes. Con un calendario al que le faltan fechas y le sobran viajes, y dada la entidad e interés de los diminutos amparados, sería más lógico eliminar este tipo de partidos, o al menos reducirlos, estableciendo una ronda previa entre ellos a modo de liguilla o eliminatoria de forma que sólo el mejor (nunca estuvo el término peror empleado) obtenga el billete para competir al mayor nivel. Las incongruencias favorecen el vivr de lo cotidiano, pero si se observan desde la base, ya no hacen tanta gracia.

Aunque la verdad es que el problema es de mayor calado. El fútbol ha globalizado e internacionalizado absolutamente todo (competiciones, mercado de traspasos, interés y retransmisiones en directo, información, ...) excepto lo más básico: la racionalización de sus estructuras. Mientras no se elabore por fin el calendario único mundial, existirán estas y otras incongruencias, porque no vamos a recordar ahora los Juegos Olímpicos, los parones en el momento genético y en el decisivo de las grandes competiciones, el calendario de la Libertadores, la Copa de África en ¡¡¡enero!!! , ... A veces, uno cree que la gente del fútbol ampara todo menos el propio fútbol.


Foto: www.es.uefa.com (Podolski celebra uno de los goles de Alemania en la goleada a San Marino)

miércoles, septiembre 06, 2006

Nuevo blog.

Pues me he decidido a inaugurar un segundo blog, una especie de blog alternativo que quiero que tenga vida propia, eso sí. Después de cuatro meses, esta página ha cogido un estilo, una temática y una línea que no me gustaría cambiar ni alterar.

Por eso, y para "saciar" de alguna manera otras facetas del fútbol que también me apasionan, he creado PITERINO: LA VUELTA AL MUNDO.
Tendrá poco o nada que ver con este blog. En él, pretendo ocuparme del día a día, en la medida de lo posible, de todas las competiciones del mundo que me interesen. Insertaré guías de distintos equipos, competiciones y de distintos tamaños; trataré de seguir semana a semana las grandes Ligas internacionales; haré un repaso a otros torneos no tan importantes, nos fijaremos en jóvenes jugadores que destaquen y en las figuras de cada semana, ...
Como veis, me ocuparé de otra cara, y de otra manera, del fútbol. Lo he abierto con el primer capítulo de la Guía de la Premier League; por orden alfabético, es el turno del Arsenal.

Espero que os guste y la visiteis de vez en cuando. También espero tener tiempo para ir actualizándolo semana a semana. Ilusión me sobra, así que a ver si lo compenso por ahí. Al menos hasta que empiece el curso y mi tiempo se estreche, hay que lanzarlo. Un saludo y gracias a todos!

sábado, septiembre 02, 2006

La obsesión nacional.


Vuelve el fútbol de selecciones y con él la atención del gran público se gira de nuevo hacia ellas. En el objetivo del telescopio, la Eurocopa de 2008 que, como aún queda tan lejos, da pie a que todavía podamos hablar de otros aspectos alejados del fragor competitivo y del círculo virtuoso de lo que interesa en cada momento. Por ejemplo, tenemos tiempo para hablar de todo lo que representa el fútbol en relación a la identidad nacional de cada país. Si la sociedad se mundializa, va el fútbol detrás y hace lo mismo (¿o empezó el fútbol por globalizarse?).

Roberto Fontanarrosa es un escritor e ilustrador argentino que dedicó su segundo libro, El área 18, a una de sus pasiones: el mundo del fútbol. Cuenta el gran Fontanarrosa la historia de un pequeño país africano, Congodia, carente de historia y tradición y recientemente independizado. Es un conglomerado de tribus, lenguas y ritos religiosos unificado sólo en torno al fútbol: sus calles principales tienen el nombre de los míticos jugadores congodios, sólo existen monumentos dedicados a chilenas y paradas del portero, el Museo Nacional expone un fémur de no sé quién, ... Empezaron a plantear partidos contra países limítrofes para conseguir permisos para cazar en cotos vedados, poblaciones de leopardos y hasta una salida al mar por Kenia. Incluso la independencia la alcanzaron ganando un partido de fútbol.

La linealidad entre fútbol y patria, de la que hoy nos acordamos aproximadamente cada cuatro años, subyace con belleza en este libro. Lo que pasa es que Fontanarrosa todo lo exagera, como buen argentino que es, y para hacer honor al propio carácter exagerador del fútbol. Así, en su novela, el fútbol no sólo se asemeja a la patria y refleja aspectos esenciales de ésta, sino que crea la patria.

El área 18 narra cómo se prepara un partido de Congodia ante un equipo multinacional con el que se juegan la patente para vender Coca Cola en toda África. En ese equipo internacional no falta el futbolista español, ni el italiano ni el alemán ni, por supuesto, el argentino. Cada uno de ellos refleja el perfil estereotípico de cada país, la obsesión de cada uno en el campo y en la sociedad: el español hace continuas alusiones al orgullo y a la "furia", el italiano disfruta defendiendo y hablando de cómo aguantar al rival sin sufrir y el alemán sólo entiende el fútbol en términos de eficacia. ¿Y el argentino? Pues se dedica a contemplar el balón en el centro del campo mientras todos los demás corren y corren.

El futbolista argentino vive obsesionado por el balón, del mismo modo que toda Argentina se queda embobada contemplando uno. En un país donde se admira más desde niño al habilidoso que al que más goles hace o más fuerte le pega al balón, donde quien recibe la pelota en medio campo tiene casi la obligación de jugarla y no devolverla, el balón es la verdadera obsesión y la selección el estado de ánimo de la colectividad.

Yo no aspiro a tanto, pero sí que tengo mis propias obsesiones. Mañana juegan Argentina y Brasil, y muchas de esas obsesiones se me harán presentes. Es sólo un partido, es sólo un amistoso, pero mueve detrás demasiadas cosas como para no verlo.


Foto: www.vivadiego.com