martes, febrero 12, 2013

La necesidad del periodismo


Artículo publicado en www.masliga.com el 18 de diciembre de 2012.

Son tiempos convulsos y suelen invitar a la reflexión más profunda. O más preocupada, según se mire. Aunque sólo sea porque todo parece puesto en almoneda y cunde la sensación de que nada es para siempre, de que no existen refugios infranqueables. Son tiempos así los que acostumbran a cobrarse más víctimas, reales y figuradas, pero también a hacer evolucionar las cosas. Y se trata de una teoría más sociológica que evolutiva…

Si uno abre una ventana, escucha mucho ruido. Todos hablan, gritan, reprochan, suplican. Lo hacen en solitario, por temores propios, o a coro, por derechos adquiridos colectivos. Un día habrá que hablar de la peculiar forma que tenemos de construir la sociedad a partir de sacralizar esos derechos adquiridos. A lo que iba, entre tanto estruendo no resulta complicado distinguir las numerosas voces que se plantean la situación y el papel del periodismo en el mundo de hoy. En estos tiempos.

Acotando ya razonamientos tan difusos en el ámbito futbolístico, el periodismo deportivo participa de esta ceremonia de la confusión. La progresiva muerte del papel le exige una cierta digitalización, mientras que un mundo cada vez más digital convierte cada persona en un potencial competidor, en un cierto foco de contenidos. La ventaja que tiene es que no puede dejar de ser periodismo, así que tiene una función social que cumplir. Toda sociedad necesitará un periodismo que se precie, dicho de otra forma. Y la sociedad futbolística, tanto como la que más.

La célebre teoría del huevo y la gallina adquiere un acento peculiar en la relación entre periodismo y sociedad. Porque no hay duda de que aquél nació de ésta y sin atributos sociales un periodista no es tal y un periodismo muere tal cual. Pero cuando algo se considera “el cuarto poder” es que ha jugado un papel muy particular en este mundo, incluso si despojamos el apodo de los matices literarios que sin duda conlleva. Los medios de comunicación no sólo informan: también ilustran, dan forma a la sociedad; los datos no sólo fluyen: los medios los convierten en información de valor e influyen en la conciencia social. El periodismo decide de qué hablan los ciudadanos, qué les escandaliza, qué les preocupa y atemoriza, con qué dulce señuelo se les distrae. Total, que a la sociedad le han salido pico y plumas y el periodismo se representa con forma ovoide… Una vez más, entre tanta desilusión, el periodismo tiene una ventaja: puede elegir.

Por poner un ejemplo, formamos parte de un país en el que más de la mitad de los ciudadanos reclaman una reforma de la Constitución, al mismo tiempo que el 52% de los mismos reconocen no haberla leído. O hablamos exactamente de la misma gente o el dato nos retrata en nuestra capacidad crítica. Y cuando uno escribe tiene a desconfiar de las casualidades, seguramente porque siempre prefiere ser causa de lo que se lee. Sin ser del todo ingenuos, pareciera que parte de la sociedad exhibe una capacidad de juicio sólo a partir de lo que ha escuchado y leído como consumidor.

Aterrizando otra vez en el fútbol generalidades a vuela pluma, resulta que como al Athletic de Bielsa le han eliminado de la Copa del Rey y de la UEFA Europa League en diciembre, la conclusión de los analistas y los medios, en general, es que el sistema defensivo de persecuciones al hombre es un defecto en sí mismo, algo que describe por sí solo los problemas del equipo. Sucede que la temporada pasada esos mismos medios consideraban al Athletic de Bielsa el colmo del fútbol meritorio y espectacular, cuando basaba todo su comportamiento sin balón en esas mismas persecuciones al hombre que, según parecía, nadie percibió. Si hubiésemos contado con estudios sociológicos como los del párrafo anterior, sospecho que los resultados nos habrían llevado a conclusiones similares.

No debemos atribuir al periodismo la responsabilidad de instruir a la sociedad pero tampoco permitirle aprovecharse de su pasividad mental. Sólo la sociedad, cada uno de nosotros, será capaz de comprender su tiempo, sea convulso o no, pero desde luego lo podrá hacer mejor con un periodismo digno. Necesitamos como sociedad al periodismo porque su función más propia, la de proveernos de herramientas para pensar con el mayor volumen de información disponible, la sabe hacer mejor que nadie.

El fútbol, por su parte, es la joya de la corona del opio popular. Así lo ven desde notables esferas de poder y así lo desean conservar. Como una forma de ocupar nuestro tiempo mental. Como una gallina de los huevos de oro, por más pérdidas materiales que ocasione. Pero el huevo no es el dinero, no fue el poder ni una vocación de opio. El huevo somos cada uno de nosotros, dibujados con una pelota en los brazos. El huevo fue un juego popular elevado por el éxito de su sencillez y el componente de azar a expresión cultural. Y para que no se nos rompa del todo, también el fútbol necesita como sociedad al periodismo, porque su función más propia, la de ayudarnos a que todos sepan qué significa el fútbol, la sabe hacer mejor que nadie.