jueves, septiembre 24, 2009

Puro teatro.


Conforme el fútbol se fue convirtiendo de un juego popular a un espectáculo de masas, se le cayeron los anillos y le crecieron los adjetivos: millonario, global, universal, evangelizador. Con tanta gente alrededor, las personas se convirtieron en personajes, elevadas en altares de madera para que todos pudieran verles y escucharles, y la hierba ya no crecía en los campos, sino en escenarios iluminados por la adulación de las masas. Si ahora consistes en esto, fútbol, lo tuyo es puro teatro.

Los protagonistas se maquillan con colores familiares y se atusan el cabello antes de salir a escena. Se visten de corto, miran a la cámara, interpretan su papel y desarrollan un guión que alimenta los debates cotidianos del público antes de envolverse en papel celofán que inhalan los incautos distraídos del resto de problemas de este mundo. Ya se sabe: la más importante de las cosas que no tienen importancia, el opio de un pueblo que ha olvidado la esencia de todo esto. Y por suerte, todo esto siempre será un juego y aquí se trata de improvisar, por mucho que nos cobren la entrada al baile, nos bañen de oro las lealtades y las fanfarrias globalizadas nos hagan pitar los oídos. “Si la gente quiere ver sólo las cosas que pueden entender, no tendrían que ir al teatro: tendrían que ir al baño”, dijo una vez Bertolt Brecht. Lo que explica tanto gesto malencarado a quienes dejamos levantada la tapa del váter. Para agilizar la espera, más que nada …

Cuando los focos se apagan, el protagonista ya no es tal: se marcha a su casa, se pone unos vaqueros y continúa su vida normal. El problema surge cuando alguien pasa demasiado tiempo interpretando, o sube y baja tantas veces de las tablas que comienza a mostrar signos de desorientación. Algo parecido le ocurre a Joan Laporta, que representa al Barcelona en sus ratos libres y, cuando habla y actúa en representación del Barcelona, piensa que está en su rato libre. Habla de opresión política y construcción nacional mientras analiza los ingresos o negocia la renovación de un jugador. Se ha creído su papel de adalid de una causa perdida dejando de lado las consecuencias de la victoria. Olvida a las millones de personas que conforman la naturaleza del Barça, que deben soportar soflamas y sandeces con el escudo de su alma como lúgubre telón de fondo. Confunde Estado y Nación, país y patria, respeto e imposición y hasta churras y merinas. Ignora, tristemente, que el fútbol representa valores e identidades, pero siempre habla de cultura y nunca jamás de política.

El Barça es un mundo integrador, lo mismo que Cataluña, dotado de una personalidad tan propia como dependiente de un entorno en calma chicha. Lo mejor que le puede ocurrir al club es que Laporta vuelva a coger vacaciones, como hizo la pasada temporada cuando los fantasmas de un pasado estructurado asustaban sus delirios de grandeza en el futuro. Entonces, Pep Guardiola hizo de presidente, entrenador y portavoz del Fútbol Club Barcelona, con el desenlace conocido.

Orondo como un libertador a mesa y mantel puestos, ufano bajo el disfraz de la fría sonrisa del cesarismo, el instruido Laporta imparte lecciones de Historia por catálogo a cobro revertido. De ser así, debería conocer la verdadera secuencia de la muerte de Julio César, que muchos sitúan en la Curia Iulia. Sin embargo, la conspiración de senadores que terminó con su vida en los idus de marzo del año 44 a.C. culminó en el Teatro de Pompeyo, lugar de reunión del Senado romano mientras se terminaba de construir el gran edificio proyectado por el propio César. Allí fue llamado por los conspiradores, con la excusa de que leyera una propuesta para devolver el poder al Senado y allí, detrás de un gran peristilo de columnas que secundaba el enorme escenario, le dieron muerte.

Como Roma no sirve de referente a su sesgada cultura, es posible que no sea consciente de lo peligroso que puede resultar andar en solitario tras el telón. Algún día se dará cuenta de que, entre bambalinas, la política conspira a muerte contra los hijos bastardos de la ambición.


Guns n' Roses- Knocking on Heaven's Door

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