martes, junio 01, 2010

Rezando al Dios de la lluvia


Como las similitudes entre fútbol y religión se nos ocurren a puñados, creemos justificar excesos y explicar sentimientos a partir de las mismas, sin darnos cuenta de que, en ese preciso momento, dejan de ser similares. Pero si algo les define conjuntamente es la importancia de la fe. En todas las manifestaciones culturales caracterizadas por el sonido de la aglomeración, el individuo se siente parte de una idea que ve con el corazón y que siente y sangra con la mirada.

Con los ojos vendados por el fundamentalismo del aquí y el ahora, el madridismo saludó el retorno de Florentino Pérez hace un año con las salvas corales de los desamparados y los vítores de quien siente la grandeza en el recuerdo. Por cerrar la idea introductoria, si a los cristianos nos vino a ver el hijo del Santísimo, los madridistas han visto descender por segunda vez al mismo Dios en persona.

Florentino regresó con un meditado plan estratégico, financiero y de difusión a medio plazo, y con evidente propósito de enmienda ante errores y abusos del pasado. Pero por encima de todo anunció que volvía con una convicción: el Real Madrid había perdido su identidad y olvidado sus valores en algún lugar entre ninguna parte y donde todos sabemos. El proceso degenerativo tenía una serie de causas: búsqueda del resultado hoy sin reparar en qué significará mañana; ineptitud de algunos responsables; falta de respeto o desconocimiento de qué es el madridismo; otorgar más importancia a los egos personales de lo debido, ... Y tenía una consecuencia evidente y peligrosa: el Real Madrid perdía a borbotones todos los intangibles que uno pueda imaginar y que explicaban su proyección y grandeza como entidad. O, lo que es lo mismo, el Real Madrid estaba perdiendo el lugar que un día ocupaba en el mundo.

Con dinero, flashes, repercusión y saturación mediática todos soñaron que el pasado regresaba, se detuvo la hemorragia y se colocó un apósito en forma de compromisos varios: instaurar una idea y unas bases para seguir desarrollándola en el futuro, reinar pero no gobernar (o, lo que viene a ser lo mismo, dejar la profesión para los profesionales), pensar en hoy y mañana al mismo tiempo (el famoso concepto de “las dos velocidades”). El madridismo no ha sido consciente de dónde estaba, lo que le ha despistado buscando la ruta hacia su destino. En el camino, se ha exigido algo que no podía conseguir, agarrándose a lo que le interesaba de esos compromisos y olvidando el motivo por el que se los tuvieron que recordar uno tras otro.

Fue James Russell Lowell quien dijo aquello de que el compromiso hace un buen paraguas, pero un mal techo. Ante la primera situación crítica, el golpe de mando ha devuelto todo el pasado de golpe, en lo que, más que un “dejà vu”, es una agotadora espiral trituradora. Hoy el madridismo siente, escuchando de nuevo la voz del Padre, que ha dejado de llover, pero siguen durmiendo a la intemperie.


The Byrds- Ballad of Easy Rider

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