domingo, agosto 12, 2007

Un último artículo sin titular.

Cuando uno inicia un camino o lanza un proyecto lo hace bajo una lluvia de ideas y títulos envueltos en el manto de la ilusión. Es como el trayecto de ida en un viaje grandioso que llevamos semanas preparando. Y todos sabemos cómo son los trayectos de regreso ... Algo así ocurre cuando abandonamos un camino o se nos agota un proyecto: no sabes qué decir ni qué hacer, muchas veces no hay un razonamiento convincente detrás pero sientes la necesidad de hacerte a un lado, te alivia una pretendida sensación de estar haciendo lo más conveniente para ti.

El amigo más inteligente que he tenido decía que la vida de cada persona es como un centro comercial, en el que se abren y se vienen abajo intentos y ofertas todo el rato y otras personas vienen y van, entran para quedarse, aparecen con cierta regularidad o desaparecen sin más. Él lo refería a que las personas entran y salen de tu vida por distintos motivos, y hay que aceptarlo con naturalidad, pero a mí se me quedó grabada la idea por más motivos que ése.

Pues bien, mi centro comercial ha cerrado sus puertas por peligro de derrumbe, y ahora mismo no se me ocurre ninguna razón para resguardarme aquí, en este espacio que nació como refugio de una gran pasión y como vía de escape de algunas inquietudes. O tal vez he descubierto que el gran tesoro que alberga este mundo-blog es intercambiar opiniones con personas que saben más que tú y aprender de ellas cada día, más que dar salida a una supuesta inspiración personal que ahora mismo desespera a punto de expirar.

Lo peor de las despedidas para quien no tiene claros los motivos es alargarlas, y más aún cuando no se trata de una despedida siquiera, porque lo que aquí acaba es la andadura de esta página, y no mis incursiones por mis blogs de cabecera, donde no faltaré a mi cita con mi enriquecimiento personal.
Así que añadiré sólo dos cosas más: un sincero agradecimiento a todos los que alguna vez empleabais vuestro tiempo en leer lo que aquí se contaba e incluso en dar vuestro punto de vista, y un deseo inconfesable, que este último post de despedida ni sea el último ni sea una despedida, sino un hasta luego. Desde luego, será buena señal.

Fantasía y realidad.

Mario Benedetti es, antes que un distinguido aficionado al fútbol, un poeta y escritor fabuloso. Quizá el rasgo más significativo de su obra sea la facilidad con la que introduce fantasmas y fantasía en medio de la más cruda realidad. Parece ser que somos muchos los que disfrutamos de su pluma e incluso alguno que otro se inspira en él.

Un relato del autor uruguayo nos cuenta la historia de un hombre y una mujer extraordinariamente feos, tanto que se sienten atraídos por conocerse ante sus particulares rasgos. Esa atracción fatal recuerda a la del Real Madrid por Kaká, y quién sabe si viceversa. Se sabe tan extraordinario, con un historial tan lustroso y un futuro por construir que siente necesidad de que alguien tan extraordinario como Kaká se le acerque para construir su presente. El jugador, que predica pertenecer a Jesucristo y no a los placeres de la carne, parece prestarse al juego de seducción pero no accede al acercamiento. Mira, sonríe y se deja mirar.

Un poema del mismo autor se titula "Una mujer desnuda y en lo oscuro", y explica todo lo que nos despierta el alma y el cuerpo femenino, sobre todo cuando más perdidos estamos los hombres. Una vocación para las manos, para los labios un destino, para el corazón un despilfarro. Un enigma que siempre es una fiesta descifrarlo. Un puñado de preciosas metáforas que también debe sentir el fútbol cuando busca y encuentra a alguien como Cesc para tener sentido. En plena oscuridad, pocas vocaciones y destinos mejores que el futbolista del Arsenal, y lo cierto es que en torno a la pelota y a la idea de equipo el Real Madrid no desprende luz ...

Otro poema de Benedetti habla de dos amantes; como él sufre claustrofobia y ella padece de agorafobia hacen el amor en el umbral. En ese mismo umbral vive y conduce sus jugadas Robben, el que separa y une la velocidad y la precisión, la altura y el vértigo, la banda y la perdición en una línea de cal sobre la que el extremo holandés baila la danza de la muerte entre malditos.
Su rapidez y electricidad ayudaría al Madrid a cruzar el umbral que existe entre un equipo pesado y uno ágil, un equipo de recursos estrechos y otro de alas y pulmones anchos.

Una atracción fatal por una mujer desnuda que alumbra y embellece el umbral hacia la excelencia: Ramón Calderón prometió en campaña la mejor de las imágenes, sedujo al madridismo con la vista y el corazón pero no confesó desconocer la diferencia entre el anhelo y los logros. Sólo hizo realidad la parte pragmática de su fantasía, encarnada en el gesto práctico y adusto de Capello, el mismo que le hizo encontrarse con una Liga en la que no creía, el mismo al que ha devuelto al imaginario blanco.
Calderón parece un fiel lector de la obra de Benedetti, y nos ha vuelto a ocultar una confesión: no sabe si vive en una fantasía y habla de realidades o por el contrario vive entre nosotros pero sólo sabe hablar de sus fantasías.

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