Nos deja Zidane.
No por esperada la noticia de la retirada de Zinedine Zidane ha dejado de impactar en el fútbol internacional. Cuelga las botas uno de los grandes, posiblemente el gran jugador europeo de la última década, con un palmarés a todos los niveles lustroso, impresionante. Zidane lo ha ganado todo a nivel de clubes (campeón de Liga en Italia y España, campeón de Europa e Intercontinental con el Real Madrid) y también con la selección francesa, abanderando la generación más brillante en la historia del fútbol galo.
Solemos venerar a aquellos jugadores que marcan una época, porque lideran un grupo ganador, porque escenifican por sí solos el nacimiento del éxito en un
momento y en un lugar determinados. Pero rara vez nos referimos a los jugadores que definen una época, precisamente debido a que rara vez nos encontramos con alguno. Por eso lloramos a Zidane en el momento de su marcha, no por lo que puede darnos de ahora en adelante sino por todo lo que nos ha ido dejando en la retina mientras él se dedicaba a definir su propia época.
Si hay una palabra que tal vez defina mejor el fútbol de Zidane, ésta tiene que ser la armonía, que ha presidido siempre cada una de sus acciones. La metáfora del bailarín está muy repetida pero es muy válida, porque sólo imaginándonos a uno nos acercaremos a la elegancia de Zizou en el pase y la conducción y a la estética apabullante en sus controles orientados. Y, cómo no, a esa armonía inacabada que siempre invitaba a quedarse boquiabierto esperando el desenlace de la jugada.
Inició su carrera en el Cannes, quién sabe si como preludio del festival audiovisual que nos reservaba Zinedine para los años venideros; se postuló en Burdeos llevando a la final de la UEFA a un equipo que sólo en su calva incipiente encontraba las pistas adecuadas para no dejar de crecer. El destino le reservaba portar el bastón dorado en el que se apoyaba la Vecchia Signora para caminar hacia la gloria, pero le seguía faltando reinar en Europa. Con esa ilusión en mente llegó al Madrid donde se convirtió en el hada madrina en un reino de vocaciones infinitas, un reino que se rindió desde el primer día al último a la varita mágica que parecía llevar Zidane.
¡El rey ha muerto! ¡Viva el rey!, se gritaba en Francia hace dos siglos. El único problema que se les presenta ahora a los franceses es que su rey indiscutible acaba de decirnos que se marcha y no hay nadie que pueda llevar con dignidad esa corona, ni que se acerque, aun de lejos, a la armonía real del gran Zizou.
2 Comments:
Es cierto no había pensado lo que expones en tu último párafo; en Francia no tienen a un sustituto para Zidane, a pesar de que él haya dicho que su sucesor era Dorashoo.
Se va uno de los grandes y nos deja momentos que a nadie se le van a olvidar.
la verdad es que ha sido uno de los mejores de los ultimos 20 años
se va a extrañar ver futbol y no oir hablar de uno que mejor lo sabe hacer.
en fin, asi es la vida...
un saludo
Publicar un comentario
<< Home