sábado, julio 26, 2008

El color del desastre.

Vivimos rodeados de tontos y es tan desolador que lo tenemos completamente asumido. Hay tontos conservadores y progresistas, tontos ricos y tontos pobres, tontos con suerte y tontos sin ella, la más aseada y la más sucia de las tonterías. He diferenciado siempre entre tontos desorientados y tontos convencidos, que son aquellos que se atontan cuando se les evidencia su estupidez. Pero, con ser esto preocupante, los peores de todos son los tontos caprichosos, porque uno no sabe si nacieron con el capricho de ser tontos o todo deriva de un capricho posterior.
Decía Honorè de Balzac que entre los tontos el vacío se parece a la profundidad, y Juan Soler se cree profundamente preparado para dirigir una institución como el Valencia Club de Fútbol.

Del mismo modo que un padre cualquiera se esfuerza por complacer a su hijo y satisfacer sus deseos en la medida en que puede (y se merece), Soler tuvo la fortuna de recibir como regalo uno de los clubes más importantes de España. Como cuando a un niño le regalan su primer triciclo, vamos. Uno se lo imagina sin dificultad abrazando a su padre como agradecimiento emocionado y con una sonrisa inocente y bobalicona bajo el incipiente bigote. El problema de este triciclo es que la propiedad del mismo se refiere sólo al manillar, pues las ruedas y las cadenas las mueven la ilusión y la dedicación de muchos profesionales y de los miles de seguidores que velan armas bajo las alas del murciélago vigilante en el escudo. Ésa es la peculiaridad que algunos, cuando aproximan sus billetes al fútbol a la manera que lo harían en cualquier otra empresa, no logran comprender.

El Valencia es de todos y no es de nadie, por mucho que nos discutan los títulos de las acciones. Al menos, si pretendemos que el vehículo siga circulando y no se nos despeñe. Cuando el manillar lo dirige quien nunca ha debido esforzarse para conseguir algo en la vida, quien tiene tanto cariño a lo que significa el club como a una caja de cartón, quien no sueña con un Valencia nuevo sino con un nuevo estadio y las plusvalías de la recalificación, … no hay rumbo ni concierto: no conozco a nadie que confíe en razonar con un kamikaze.

A Soler se le ocurre contratar a un empresario de altos vuelos y contactos de todo tipo para que reflote la situación que él mismo ha creado, pero lo despide de malas maneras montando el rosario de la aurora cuando se empeña en cumplir su cometido. En lugar de descapitalizar el club vendiendo a los mejores jugadores, propone ampliar capital, y como eso supone que el presidente sea un poco menos dueño del Valencia, el esperpento estaba asegurado. Con una deuda inasumible, un estadio por construir y pagar y un equipo en declive, parecía la opción más coherente de momento. “Da lo mismo”, debió pensar Soler, aplicando el artículo segundo del famoso código cuyo primer artículo dice que el jefe siempre tiene razón. El segundo artículo dice, obviamente, que cuando no la tiene, se aplica el primero.

Con sus dueños siendo miembros destacados de la lista negra de personajes a alejar del mundo del fútbol y sus aficionados rojos de ira y vergüenza a partes iguales; con una actualidad propia de la prensa amarilla y unos capítulos de novela rosa, verdes las han segado, Valencia, las crisis que asolan el cielo naranja. Y mientras, todos sueñan con un mirlo blanco que rescate a uno de los más grandes clubes de nuestro fútbol, de una situación preocupante.


Wheatus- Teenage Dirtbag

Foto: EFE

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jueves, julio 17, 2008

Hasta siempre.


Uno de los grandes héroes históricos portugueses es Viriato, legendario caudillo lusitano que puso en jaque durante varios años al Imperio Romano liderando con agallas y astucia un ejército de iberos que sorprendía a las modernas legiones romanas con su táctica en acordeón y su conocimiento del terreno. Cuenta la leyenda que, cuando se decidió a pactar con Roma, el cónsul Servilio Cepión consiguió embaucar a los tres emisarios lusitanos, Audax, Ditalco y Minuro, que pasaron a la Historia como los primeros grandes traidores previos a Judas Iscariote. Apuñalaron a Viriato mientras dormía y cuando regresaron a cobrar su botín, el cónsul Cepión les dijo la ya célebre frase: “Roma no paga traidores”.

Es de suponer que si Viriato viviera en la actualidad hablaría portugués como los brasileños, y sería uno de tantos que se habría dejado engañar por la sonrisa fastuosa de Ronaldinho. Apareció hace ahora cinco años como un rayo de luz y un soplo de aire fresco. La Providencia (cuentan que también la pericia negociadora de Sandro Rosell) lo presentó en un Barça que se deshacía y acumulaba una mala noticia detrás de otra, pero también oxigenó un fútbol y una Liga que languidecían ante el ocaso inminente de los rutilantes talentos que vestían de blanco y solían desayunar con los dioses.

Con la alegría y la danza espectacular entre sus piernas y la pelota, y enseñando divertido los dientes a cada paso, le costó muy poco contagiarnos a todos el interés por sus andanzas, la pasión por el fútbol, una suerte de felicidad, aunque fuera pasajera y más allá de los colores. Pronto llegaron los merecidos éxitos, los justos reconocimientos, hasta que todo el fútbol se puso en pie para coronarle como el mejor del mundo en un equipo maravilloso que parecía destinado a marcar una época para siempre …

¡Incautos! La felicidad siempre se traduce en confianza, y ésta es el veneno previo a la traición. Ronaldinho vivía aislado del mundo entre una cohorte de aduladores que vivían de su talento y mantenían su mismo tren de vida, arrojando carbón a la locomotora cuesta abajo, en una pendiente de abandono y dejadez inadmisible. Cuando salía de ese pequeño mundo para desfilar ante los ojos de todos, lo hacía encerrado en una enorme cinta y unos auriculares gigantes en los que uno imaginaba que sonaban las más falsas alabanzas a la grandeza del personaje. El problema empezó a preocupar cuando dio la sensación de que no se quitaba los auriculares cuando empezaba el partido …

Te lo advertimos, casi te suplicamos ( http://piterino.blogspot.com/2007/07/el-sombrerero.html) y no hubo manera. En tu mundo, con las cosas del interés y el dinero no se juega; en el nuestro, no se puede jugar con las cosas del corazón. Te has pasado por el forro tus obligaciones, te has reído del soci, de tus compañeros y de todos los que se han acercado nerviosos a pedirte una foto.
Podrás volver a triunfar, pero ya sabemos que será efímero; podrás volver a sonreír, pero todos te pondremos bajo sospecha; alguien podrá sentirse alguna vez feliz gracias a ti, pero ya nos encargaremos de advertirle. Por si no lo sabías, el fútbol no paga traidores ...

Contamos una vez que cuando a John Fitzgerald Kennedy le reveló el servicio secreto que su amante Marilyn Monroe se acostaba con el capo de la mafia Giancana, dijo con tremendo estoicismo: “Al menos, espero que cambie las sábanas”.
Alguna idea tenemos de cómo se mueve tu mundo, en torno al dinero y tu divertimento (y el de tus repugnantes aduladores). Así que fórrate, Ronaldinho, lánzate en plancha a una piscina de billetes, pierde el sentido de tu fortuna, aprovecha que este juego ha derivado en algo así; diviértete, Ronaldinho, abre la boca y cierra discotecas, pero nunca confundas la alegría de tu vida con el hecho de que tu vida dependa de la alegría de los demás.
Márchate, Ronaldinho, y no mires atrás; sigue adelante con lo tuyo, que tengas suerte y te vaya bonito pero por favor no vuelvas a besar el escudo del Barça en vano ni a pensar que somos tan tontos como la tropa que te rodea. Márchate y sé feliz, pero no pretendas que te admiremos como antes.
Princessa- I won´t forget you
Foto: AFP

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martes, julio 08, 2008

Leones de vuelta.


Si algo caracteriza al fútbol es que nunca se detiene, para lo bueno y para lo malo. El tiempo se relativiza tanto que llega a desesperar si uno no se lo toma con cierta filosofía. No se termina de saborear un éxito cuando hay que coger aire para los retos inminentes tras la esquina, pero poco dura el amargo sabor de la derrota porque este juego tiene algo de eterna revancha. Total, que aún resacosos tras una Eurocopa embriagadora de fiesta y emociones, y con las mejillas aún manchadas del rojo y amarillo del triunfo no hay tiempo que perder y la reunión de voluntades se ha dispersado: rompan filas las selecciones nacionales y corramos todos a abrazar la identidad cotidiana de nuestro club, donde todo es familiar y más cercano. De lo común a lo particular y tiro porque me toca; empieza la pretemporada …

Cuando la mayoría de familias se dispone a descansar y a evadirse de sus problemas, una de tantas ya ha embalado la toalla y el bañador y se reúne hoy en la casa del padre. El Athletic inicia los entrenamientos volviendo al centro de nuestras preocupaciones diarias. El goteo será incesante durante las próximas semanas en las que todos los clubes se prepararán para una larga temporada, renovando las ilusiones de su gente. Al fin y al cabo, en eso consiste el fútbol, en una noria que jamás deja de girar movida por la ilusión de millones de personas que necesitan una feria cada vez más compleja y artificial. Es la época de mirarse al espejo y ensayar gestos, presumir de bronceado y probarse los trajes nuevos, caros, entallados, de diseño.

Nosotros no. No cambiamos de chaqueta: llevamos ciento diez años usando la misma; no compramos trajes ni zapatos de piel, aún calzamos borceguíes y usamos polaina y sombrero. Ni siquiera tenemos espejo porque conocemos de memoria nuestra mirada. Cuando la ilusión se compra con dinero y se renueva con lujos comerciales, el Athletic cierra los ojos, repasa mentalmente sus valores y salta al ruedo un año más con el orgullo intacto. Se escuchan burlas, cuchicheos sarcásticos, negros vaticinios. Es lo mismo, pocos entienden que jugamos defendiendo una idea y no una ansiedad.
Recuerdo una fábula de Hatzenbusch en la que una zorra insta a un león a matar a un asno que murmura contra él. Dice algo así:
“Señor, es fuerza que la sangre corra,
(dijo al león solícita la zorra.)
Sin cesar el estúpido jumento
de ti murmura con furor violento.
-¡Bah! (Respondió la generosa fiera),
déjale que rebuzne cuanto quiera.
Pecho se necesita bien mezquino
para sentir injurias de pollino.”
Pues eso.

Ya trabajan los nuestros, afilan las garras y sudan los colmillos mientras miles de almas aguardan bajo el sol confiándoles el porvenir de su sonrisa.
Rugimos. Fuerza del espíritu, sentimiento Athletic; corazones rojiblancos en formación de a dos. No es un equipo de fútbol, es un pueblo que lucha por seguir su camino. Ya lo dijo Luis Fernández: somos leones, leones con tres cojones.



Kepa Junkera & Plantilla Athletic 03/04- Harrobiaz Harro

Foto: http://www.miathletic.com/

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martes, julio 01, 2008

Gloria a España.

No recordamos desde cuándo, porque las más profundas sugestiones suelen perder su fecha de nacimiento, pero vivimos todo este tiempo convencidos de que el fútbol tenía acotado su acceso a la gloria por rutas y senderos que no conocíamos. No sabemos si todo empezó un oscuro y lejano día, quizá fuera un malvado tahúr, tal vez nuestra propia debilidad colectiva. Lo más seguro es que desde siempre este juego fuese un mapa encriptado sin bosque en el que orientarse, un lugar común de frustraciones sin espacio para la fuerza del espíritu, una huida hacia adelante sin retorno, el último verso de un poema sin terminar, una hilera de migas de pan hacia la salida, el rostro del desencanto al empezar.

No nos explicamos aún muy bien cómo ni por qué, pero casi sin esperarlo, ni sentirlo ni soñarlo, hemos abierto los ojos y se ha desvanecido el conjuro. Sospechamos del arrojo del talento y el descaro de la juventud, pero estamos seguros de que hay algo más. Lo cierto es que no hay rastro de aquel pesimismo antropológico, no existe el fatalismo de masas, ni los refranes, dimes y diretes, ni las sombras tenebrosas del destino; no hay lugar para los mitos y leyendas, ni para los fracasos colectivos desde le terror individual, ni para los voceros reales de la discordia.

Vivimos un sueño del que ansiamos despertar para tomar conciencia de lo conseguido. Porque somos mucha gente, buena gente, gente de aquí y de allá, de izquierdas y de derechas, gente que sueña y se despierta, gente que vive sentada y muere de pie, gente brillante y esforzada, que comparte y que reparte, … gente que vive una misma ilusión. Porque un país tan divertido no tiene el deber de sufrir ni el derecho a resignarse al fatalismo, porque somos colores distintos que pintamos un mundo tan singular como plural. Porque desde ahora Europa nos contempla como un referente visual, un espejo en que mirarse, un ejemplo de superación, y porque reconoce que somos los mejores. Porque disfrutamos el juego que tanto amamos, porque merecemos el juego que nos merece. Porque somos españoles. Porque somos campeones.

Foto: Reuters.

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