jueves, octubre 25, 2007

Las excusas públicas, privadas, etcétera.


Al Sevilla se le murió Antonio Puerta sobre su mismo césped, y como el drama suele llamar a la conciencia y al jugador lo admirábamos muchos, Puerta se nos murió realmente a todos.

Al obvio dolor por el tremendo suceso le acompaña un bache de juego y resultados totalmente normal en quien transita de la medianía a la grandeza. La impaciencia reina antes que la ciencia en el principado del fútbol, así que Juande sintió la necesidad de explicarse al mismo tiempo que la de implicarse, y pretendió contarnos que la ofrenda floral que todos los rivales hacían a Puerta y el sobrecogedor minuto 16 de silencio eran cómplices de la negativa situación del equipo.
En su discurso, daba por hecho que al equipo visitante se le trataba como un huésped por unirse al duelo colectivo, que el espeluznante recuerdo sigiloso actuaba como narcótico para la agresividad del Sevilla, etcétera. Éso es dar por hecho demasiado para no afrontar públicamente otras cuestiones que poco tienen que ver con la memoria sangrante.


En el otro lado del mundo, Robinho celebró con cuarenta preservativos y centenares de personas un regate espectacular y una victoria apenas trascendente de Brasil ... en la madrugada de un miércoles. Por si esto fuera poco profesional o insuficiente falta de respeto a todos, se le ocurrió también llegar tarde a España y no poder jugar con el club que le paga, con la desfachatez añadida de negarse a pedir disculpas públicas a los socios que sostienen su privilegiado tren de vida. Como la curiosidad dicen que mató al gato, Schuster se ha limitado a pedir cariño para él mientras se atusa la melena y esboza una mueca con el bigote.
El argumento ya nos lo sabemos de arriba a abajo: un chico joven, tiene que adaptarse, necesita confianza, etcétera. Los resultados todavía le amparan y nadie tiene a Schuster aún por encubridor de crimen alguno.


Decía Enrique Jardiel Poncela que "el etcétera es el descanso de los sabios y la excusa de los ignorantes". Juande y Schuster deben de encontrarse a medio camino entre una cosa y la otra, pues son tan sabios para apoyarse en semejantes argumentos como reposo de conflictos cotidianos, y parecen tan ignorantes como para que todo suene a una monumental excusa.
Foto: DeportistaDigital.com

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miércoles, octubre 17, 2007

Una pequeña conclusión.


A Raúl lo fueron alejando durante años de su hábitat natural, el área, por el bien del equipo, y él mismo se fue apartando de su principal virtud, competir, para ayudar al equipo desde el símbolo y el brazalete. Total, que su nivel dejó de ser el mismo y sacamos la conclusión de que estaba acabado. Contra la opinión de todos, seguía yendo al equipo nacional, así que se nos ocurrió el agravante de que el seleccionador no se atrevía a dejarle fuera.
En el último año, Raúl ha regresado al área cuando el estilo del equipo es otro, y ha empezado a ser decisivo, además de en lo emotivo, con los números en la mano. Total, que su nivel se ha recuperado y hemos sacado la conclusión de que todo fue un problema de ubicación. Contra la opinión de todos, ha dejado de ir con España, y se nos acaba de ocurrir el agravante de que el seleccionador lo ha convertido en una cuestión personal. La conclusión de todo esto debería ser que sacar conclusiones es una pérdida de tiempo, pero no aprendemos.
Todo por no ser capaces de reconocer que el fútbol es caprichoso y, como no lo entendemos, muchas veces nos lleva la contraria.

Acudimos ahora a España como equipo, y la vemos mareada en su particular montaña rusa de sensaciones. Cuando debuta con goleada en un Mundial, concluimos que una generación joven y talentosa ha encontrado un estilo; cuando días después nos elimina la subcampeona Francia, el motivo es que una banda de niñatos sin físico vaga sin rumbo ni patrón. Y así sucesivamente. Ahora, venimos de ganar en Dinamarca cuando rozábamos la arena con el trasero, así que ya sabemos lo que toca.
Es lo que tiene el análisis en función del resultado, que si nos volvemos a ayer es ridículo y si lo contemplamos hoy es injusto. Para que mañana nadie se ría de nuestro análisis, no estaría de más partir de que España jamás ganó ni perdió nada, porque ni tuvo opciones ni fue capaz de inventárselas.
Todo por no ser capaces de reconocer que el fútbol es caprichoso y, aunque seguimos sin entenderlo, de vez en cuando nos da la razón.
Foto: Yahoo

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martes, octubre 09, 2007

Tendencia al medio: el fútbol mutilado.



No hay duda de que el juego de ataque de un equipo consigue vitalidad con la movilidad, respira aire con los envíos al espacio y adquiere plenitud con la amplitud. Ya lo dijimos hace algún tiempo: en el mundo de relaciones afectivas que supone el fútbol, hay muchas maneras de vibrar, alguna menos de emocionarse, pero sólo existe una forma de orgasmo colectivo: el gol. Y cuando éste procede de una seducción hacia un costado, un desnudo en la banda y un remate sin pensarlo penetrando por el centro, la explosión tiene difícil comparación. Sin embargo, se observan en el fútbol de hoy dos tendencias llamativas.

Tendencia primera: prescindir de jugadores de banda en el centro del campo. Una tendencia que exportó el fútbol brasileño con el artificio del “cuadrado mágico” y ha sido acogida por un número creciente de estrategas bajo el disfraz del “rombo interior”. Se trata de acumular pivotes y enganches de toques cortos y precisos con fines asociativos. Viene a ser algo así como correr con las manos metidas en los bolsillos; una forma como otra cualquiera de renunciar a jugar por fuera y atascarse.

Tendencia segunda: colocar a los jugadores de banda a pierna cambiada. Esto se le ocurrió a Cruyff, por lo que goza de la legitimidad de un origen sagrado, y parece perseguir un fin loable: que el extremo busque el lado débil del defensa y se facilite el disparo. Viene a ser algo así como correr con los brazos cruzados; una forma como otra cualquiera de alejar a los extremos del costado y atascarse.

En la sociedad del relativismo donde todo se discute, tratar de mantener una idea fija es tan hueco como criticado. No pensé que el fútbol fuera a caer en la tentación de hipotecar desde una fuente indiscutible (Cruyff o el fútbol brasileño) lo más tradicional de su espectáculo. Casi siempre, apegarse a la tradición es la mejor manera de ser moderno. ¿Puede alguien correr con las manos dentro de los bolsillos o con los brazos cruzados? Desde luego, pero en cualquier caso el trote será torpe y el galope desgarbado; una forma como otra cualquiera de optar por algo absurdo.
Foto: Yahoo

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viernes, octubre 05, 2007

¿Qué hacemos entonces?



Cuando nos encontramos con alguien que se sale de la fila por extraordinario nos asalta un temor: nadie quiere parecer exagerado ni pecar de reiterativo para no perder rigor en el análisis. Ahora bien, si hablamos de fútbol y se nos sale de la fila un tipo como Messi, las sensaciones cambian, porque el propio protagonista nos aleja de las costumbres del momento como en un sueño de seducción.

Messi juega con el aire despistado y el desparpajo de la estrella de un recreo; es más, nos recrea en vivo las jugadas que todos soñábamos hacer de niños, le da lo mismo jugar en un patio o en un jardín que ante cien mil personas. El talento no depende de los escenarios vigentes.

Nuestro rebelde sortea rivales, obstáculos y trampas encontrando soluciones conforme se le aparecen los problemas: se cose la pelota a la bota y se pone a inventar y a hacer estragos, enseñando que vive lejos de la estrategia del rechace y la modernidad táctica. Y enseñando, ante todo, por qué el talento siempre aventaja en dos pasos a los sistemas, aunque sólo sea por una razón de dependencia vital.

Lio Messi no se cansa de alabar a los que le rodean y de agradecer lo que aprende cada día. Marca un gol y se acuerda de otro protagonista ausente con un gesto surfero de complicidad entre genios, demostrando que vive ajeno a la lucha de egos. Y es que el verdadero talento no necesita que nadie le obedezca ni le rinda pleitesía más allá de la propia pelota.

Cuando tantos coinciden en lo mismo, ahora que nos encontramos en la sociedad de la contradicción y del relativismo, cuesta unirse al coro vociferante porque la opinión se pierde entre el griterío y se confunde con trazos siempre muy gruesos. Pero en casos como éste a uno le d acierto pudor ser prudente: Messi es maravilloso, y no se hable más.

En el camino que conduce al pedestal de la idolatría, Messi se ha cruzado con Ronaldinho, que cae desde allí en picado, empujado por su propia dejadez y el ansia de carnaza de las masas. Cuentan que cuando Johnson llegó a la Casa Blanca, preguntó al Secretario de Defensa McNamara qué podía hacer con Hoover, a lo que aquél le respondió que era mejor tener a un indio meando hacia fuera de la tienda, que fuera meando hacia dentro.
Dicen que tan decisivo es saber detectar el momento de lanzarse a por un “crack” como la ocasión sin par para deshacerse de él. De alguna manera, Laporta se apuntó a la teoría de McNamara y prefirió quedarse a Ronaldinho antes de que el posible retorno de su brillo terminara por echarle del país. La verdad es que con Rosell se le ocurrió hacer lo contrario y la entrada a la tienda azulgrana está repleta de charcos malolientes …


P.d. he vuelto a escribir en el blog, lo que no sé si es una buena noticia porque lo echaba de menos, o mala porque ya no soy capaz de llevar adelante ni siquiera la dejadez. Para alguien obsesionado con el tiempo, tener la costumbre de llegar tarde siempre es un defecto insoportable. Llegas tarde a darte cuenta de lo que tienes, porque estás a otra cosa, llegas tarde a disfrutarlo, porque se te aleja y ya no es lo mismo, y por supuesto llegas tarde a recuperarlo porque, para ese entonces, ya lo has perdido.
En todo caso, gracias a todos los que estaban y a todos los que estarán, porque quiere decir que en realidad han seguido estando durante todo este tiempo, y eso es muy importante
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Fotos: http://www.lionelmessi.org/, Sport

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